En este aniversario, retomamos la historia del barrio a través de recortes extraídos del libro "Historia de Villa Crespo", del Dr. Cayetano Francavilla, publicado en 1979. El arroyo Maldonado en la época de las grandes inundaciones, la comunidad sefaradí y otros recuerdos de vecines de entonces. Lo que prevalece, el amor al barrio, las distintas comunidades unidas en estas calles y el recuerdo de un barrio querido que, aunque pasan los años y sigue cambiando, aún valora su identidad y es pura expresión de nuestra cultura.
EL ARROYO MALDONADO Y VILLA CRESPO
Historiar nuestro barrio y no mencionar el arroyo Maldonado es un error y olvido imperdonable; pero pretender idealizarlo o, más aún, poetizarlo, es también un error no perdonable. Este arroyo es, lamentablemente, una estaca clavada en mitad del pecho de quienes vivimos cerca de él: un castigo inmerecido que debemos soportar injustamente.
Claro que vamos a recordarlo, pero en la forma que corresponde: como lo que fue: un arroyo abierto en pleno corazón de nuestro barrio, recipiente de cuantos desperdicios y basura arrojaban a él los vecinos de la zona; un arroyo nido de todo tipo de roedores; de degenerados, invertidos, depravados, que lo utilizaban para sus bajos instintos. Cama de todos aquellos desheredados sociales que se abandonaban a su triste y propia suerte... en fin, a sus aguas llegaban los desechos de la tristemente famosa curtiembre La Federal; esas aguas servidas e infectadas en la cual, sin advertir su peligro, nos bañáramos de niños; esas aguas a quien algún iluso pretendía, con un improvisado palito y un anzuelo, arrancarle algún pescado (?)...
(...) Después lo encerraron y sobre él se trazó una muy importante avenida: la Juan B. Justo. Pero ni eso ha sido suficiente. Con frecuencia cada vez más alarmante, ante cualquier lluvia se desborda y llena nuestras calles ante la indignación de todos los vecinos que no se explican cómo es posible que todavía, a esta altura del desarrollo tecnológico no se haya encontrado una solución a este grave problema.
No crea que en la descripción precedente haya habido una exageración o cargazón de tintas para describir este hecho inaudito de las inundaciones que provoca el desborde del ahora entubado Arroyo Maldonado. En absoluto. Llevo viviendo en Villa Crespo 57 años, en el curso de los cuales tuve oportunidad de ver todo tipo de circunstancias cambiantes, pero, desgraciadamente casi siempre de noche, lo que agrava aún más el problema. Desde el punto de vista físico, el Maldonado no era otra cosa que una gran abertura, zanja o zanjón, que desde Liniers y siguiendo el itinerario de la Av. Juan B. Justo , terminaba en el Río de La Plata, a la altura del Aeroparque.
(...) El arroyo Maldonado medía en la parte superior, es decir, de borde a borde, unos quince metros y sus paredes laterales en plano discretamente inclinado, cubiertas sólo en parte por raquíticos arbustos, terminaba a 4 a 6 metros en un fondo lleno de latas, basura y ratas, en cuya parte media corría este hilo de agua. En las paredes, caminos irregulares en forma de rudimentarios peldaños nos permitían llegar al fondo en busca de la “aventura" diaria, que no era otra cosa que el cotidiano y desolador panorama de este basural. Eran otros tiempos...
A distintas distancias y sobre todo en el tramo con Warnes (antes Camino a Moreno); Corrientes (antes Triunvirato); Córdoba (antes Rivera) había puentes hechos de material, hierros y madera, con adoquinado y vías de tranvías, por los cuales transitaban los carros, chatas con caballos, tranvías, etc. a ambos lados una baranda de hierro no muy seguros nos servian de apoyo para contemplar a este arroyo que no tenía ningún tipo de significación, salvo cuando desbordaba, en donde adquiría una triste y lamentable popularidad. Entre estos puentes "sólidos" había otros en cuadras intermedias de muy precaria construcción, de madera, las más de las veces podrida, que hacía peligroso su cruce.
LOS SEFARADÍES.
Texto: Eduardo Aruj
(...) Que el ganar era fácil y que los judíos eran bien recibidos. Después de la Revolución de Mayo de 1810, el gobierno, por intermedio de su Secretario Mariano Moreno, declaraba que dejaba de existir todo resentimiento religioso y social, derogándose las leyes represivas, raciales y religiosas para los descendientes de los no católicos, protestantes, masones, musulmanes, judíos, indios y negros.
Poco después el gobierno de Bernardino Rivadavia invitaba a ingleses, holandeses, árabes a poblar estas tierras ricas, que esperaban con los brazos abiertos a todos aquellos que quisieran trabajar y progresar. Todo esto se completó con la sabia posición democrática del ilustre sacerdote y cate-drático doctor Eusebio Agüero. que dio el primer dictamen en materia civil. permitiendo el enlace de protestantes con católicos y todo culto que se pro-fesase sin menospreciar las leyes de la Nación, per-mitiendo el matrimonio mixto. A medida que llegaban los paisanos eran recibidos por un núcleo de "notables". todos ellos comerciantes. Estos se encargaban de ubicarlos, dándoles alojamiento y un pequeño capital. A muchos de ellos se les enviaba a las provincias. Estos primeros viajantes llegaron a lugares donde el blanco se veía muy poco. Llevando lápiz. cuaderno, pizarra, tinta y el abrigo... (creemos que hacían patria).
Esta pequeña colonia residía por aquellos tiempos —1890-1905— en los alrededores de las calles 25 de Mayo al 600, Tucumán, Lavalle, Viamonte, Re-conquista, y algunos en Leandro N. Alem o Paseo Colón. Después del año 1905 la colectividad comienza a trasladarse hacia Villa Crespo; sobre todo los más humildes, que se ubicaron sobre Triunvirato (hoy Corrientes), Camargo, Vera, desde Ministro In-glés (Canning) hasta el arroyo Maldonado (hoy Juan B. Justo). Pero el grueso de la colectividad lo hace sobre la calle Gurruchaga entre Camargo y Triunvirato. Vale decir que pareja sefardita que llegaba la enviaban a nuestro barrio.
Villa Crespo comenzó a llenarse de casonas llenas de habitaciones con baños y cocinas compartidos, que más adelante llevarían el nombre de conventillos, todo esto muy tratado por Vacarezza en sus famosos sainetes. Para 1910, la colectividad, compuesta en su mayoría por sefarditas emigrados de Esmirna, Italia. Constantinopla, Rodas y también por griegos, comienzan a relacionarse haciendo reuniones en las casonas y cafés, sobre todo el de Franco, en el que se comía, bebía y bailaba al compás de música oriental y española. (...)
Ya por 1920, bien instalados en talleres, comercios y trabajos ambulantes, su simpatía atraía al vecino, español o italiano, en primer lugar, porque de inmediato se adaptaron; y, segundo, por su carácter alegre, dicharachero, independiente, ágil, rápido y de un salero digno del mejor andaluz. Ellos decían siempre: "Hoy tenemos, hoy comemos. Mañana Dios dirá y viva la farra". En la calle Gurruchaga entre Camargo y Triunvirato, desde la mañana hasta el otro día y todos los días, sus tres cafés trabajaban a todo vapor. Sumemos a ello las casas de inquilinato de Zuvi, de Cuño, con su almacén permanentemente abierto, la casa del sastre Sasson, la del español donde vivían los Fargi, la casa de los Cohen: en fin, cada casa era un teatro, cada familia un conjunto lleno de gracia y necesidades: los aritos de los chicos, sus juegos; la calle llena de vendedores ambulantes. entre los que se destacaban los fruteros —especialmente los vendedores de melones y sandías—; pescados, presentados de todas las maneras: salados, fritos, cocinados o crudos; hoyos de acelga, espinaca, queso y huevo. Jandrayo (mezcla de berenjenas, tomate, ajo, perejil, cebolla y orégano. Los huevos duros. Famosos eran los boyos (leer "boios") de Malalé, personaie de antología. Otros vendedores ambulantes vendían semillas de zapallo y de girasol, almendras, nueces, avellanas saladas. Toda esta semillería se vendía o despachaba con una cuchara sopera. Uno de los semilleros más conocidos era El Gódró (Gordo) Taboj. de quien se sabe que un día en plena venta un paisano le compró cuchara, canasta y semillas y el lugar de "venta". Al día siguiente apareció vendiendo baclabá y cadaif (masas orientales) sobre una tabla de zinc y en fuente de metal. Al poco tiempo vendió tabla y "llave" de esta parada. Luego comenzó a fabricar "boios" en el Café de Carmona. Los inmigrantes sefaradís dieron a esta calle Gurruchaga un dejo risible que emanaba de su peculiar forma de encarar la vida. Eran, la mayoría, muy humildes, pero siempre sabían colocar por encima de sus apremios un deseo de felicidad y alegría pocas veces logrado por otras colectividades.
RECUERDO
La calle Triunvirato (hoy Corrientes) era prácticamente la calle central donde se volcaban los vecinos y las confiterías eran centro de reunión, ya que los poco clubes aque había en la zona no reunían mayores comodidades. Cuando me refiero a las reuniones aclaro que eran casi exclusivas para hombres, va que las mujeres aprovechaban para realizar visitas a sus vecinas y luego, al atardecer, recorrer la calle Triunvirato, desde Serrano a Canning, y desde luego escuchar los piropos de los jóvenes que las hacían sonreir y sonrojar.
Luego era atracción máxima, el baile en los clubes San Bernardo y Los Defensores de Villa Crespo, que eran los más populares, y a las 22 horas volvían a sus hogares felices y contentos para reanudar el lunes la tarea de la nueva semana.
Los cines de la calle Triunvirato eran el Rívoli y el Villa Crespo, y el único teatro era el Mitre. Aquel alternaba obras teatrales con la revista porteña. Los días sábados y domingos eran muy concurridos, no así lo demás días de la semana que por la responsabilidad de cumplir con sus obligaciones laborales, se lo impedía.
Los viejos tranvías eléctricos eran un atractivo para los pibes, y los padres llevaban a sus hiios a pasear por unas pocas monedas, especialmente en verano, cuando al tranvía se adicionaba un acoplado abierto a los costados, más conocido por la “Colita”.
La calle Triunvirato era el camino obligado para los fúnebres que iban al cementerio del Oeste y recuerdo uno de esos cortejos que llamó poderosamente la atención de todo el barrio: fue cuando murió Carlos Gardel; carrozas tiradas por bueyes, ocupadas por chinas y gauchos de muchas peñas de Buenos Aires, que le tributaron al zorzal caido su último homenaje de despedida.
BARRIADA
Hugo Corradi en su libro “Guía antigua del Oeste porteño"(1969), refiriéndose a Villa Crespo, dice: “Y ya que citamos esta barriada, transcribimos parte de una interesantísima nota que la describe en sus comienzos, firmada por el doctor Angel Gallardo y que don Juan José de Soiza Reilly publicara en «Caras y Caretas» del 6 de diciembre de 1930: «Respecto de Villa Crespo, puedo darle algunos datos complementarios de los que aparecen en su artículo y que tal vez le interesen. Tanto la iglesia de San Bernardo como la fábrica de calzado están edificadas en terrenos que pertenecían a la quinta de Lebrero, adquirida por su abuelo materno, Manuel Lebrero. Ocupaba una extensión de unas diez manzanas en la esquina de la calle Ministro Inglés (hoy Canning) y del camino de Moreno (hoy Warnes), Y hoy por uno de sus ángulos pasaba el arroyo Maldonado. Recuerdo, como si fuera hoy, el aspecto absolutamente campestre que presentaba ese barrio en 1880. Las calles eran apenas transitables para carretas de bueyes y el mejor medio de transporte era el “Tren de los muertos” que transportaba los cadáveres y sus acompañantes desde la esquina de Corrientes y Centro América (hoy Pueyrredón) hasta la Chacarita. Sobre su trayecto se han formado las actuales calles Corrientes y Triunvirato."
Recuerdo que el convoy estaba constituido por el furgón fúnebre y un desmantelado coche de pasajeros y arrastrado por la vieja locomotora 'La Porteña", la primera locomotora introducida al país que se conserva en el museo de Luján”. De una inmensa “pampa húmeda” nacía una nueva “villa”, por la acción de dos actores concurrentes de capital importancia, como ha quedado demostrado a lo largo de este trabajo: la instalación de la Fábrica Nacional de Calzados y la Compañía Nacional de tierras, que al lotear, con otras similares, toda esta vasta zona, dio lugar al nacimiento de esta populosa barriada de Villa Crespo, así denominada en homenaje al segundo Intendente que tuvo Buenos Aires, don Antonio F. Crespo, que sucediera a Don Torcuato de Alvear. Crespo fue padrino en el acto de fundación y puesta de la piedra fundamental, en el predio de la calle Padilla (antes Cuyo), para la construcción del edificio de la Fábrica Nacional de Calzado, el 8 de junio de 1888.
Los límites actuales de Villa Crespo lo dan las siguientes calles: Bonpland, Dorrego, Warnes, Paysandú, Av. San Martín, Angel Gallardo, Estado de Israel y Córdoba; encerrando hipotéticamente a un conglomerado proteiforme, cosmopolita, de seres que trabajan, estudian y se vuelcan a las mil facetas de la vida diaria; en un rincón de esta capital, con honestidad, sinceridad y deseos de pacífica convivencia. Dando así, en el presente, la confirmación de los orígenes y primeros pasos de nuestro barrio, basados muy primordialmente en el culto al hogar, respeto a los mayores, que fueron los pilares fundamentales donde asentó siempre nuestra nacionalidad.
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