Recuerdo la primera vez que oí nombrar la pizzería El Padrino. Fue un taxista que me trajo a mi casa regresando de una noche de fiesta. Yo tenía la vista clavada en unos chirimbolos decorativos que le colgaban del espejo retrovisor cuando me anunció que yo estaba bendecido por vivir cerca de aquella pizzería. Luego olvidé su recomendación. Una noche, meses después, caminando por Honorio Pueyrredón, al cruzar Beláustegui di con ella. Recuerdo que estaba hambriento y que apareció de la nada, como un oasis.
Un local pequeño, sin mesas, con una barra que nunca alcanza para satisfacer a todos los comensales. Mientras esperaba mi turno observé la decoración del lugar. Una pintura de una naturaleza muerta que representa una pizza me llamó la atención, en mi living quedaría muy bien, pero debo reconocer que donde estaba era el lugar perfecto. Hay fotos de varios rockeros, de Boca Juniors y varias referencias a la famosa película de F.F. Coppola que le da nombre al local. Sea quien sea el encargado de turno en atender el mostrador, será un hábil hombre-pulpo que con sus ocho brazos servirá los pedidos de la barra, atenderá el teléfono, cobrará en la caja y embalará los pedidos para el delivery.
Me gusta el detalle de un televisor colgado sobre la pared que divide la cocina de la parte de adelante, ubicado estratégicamente como para que tanto la clientela como los muchachos que hacen las pizzas puedan ver un partido de fútbol o una película. Por la ventanita que une el mostrador con el sector de los hornos, entran y salen las bandejas metálicas con las pizzas, las porciones o las empanadas. En las horas pico el teléfono suena todo el tiempo y no siempre uno de los ocho brazos está libre para atenderlo, por lo que recomiendo hacer el pedido con anticipación. Entre los varios muchachos repartidores, puede que les toque a mi criterio el más representativo, me refiero al más rockero: barba candado, pelo largo amarrado, grandote, campera de cuero, moto importante, y lo mejor: la muzzarella siempre en su lugar porque evidentemente sabe tomar las curvas.
Cuando a uno le llega el turno en la barra, puede hacer como hago yo, preguntar qué hay caliente. Lo que haya para mí está bien. La muzzarella siempre se ofrece con una porción de fainá que va sin cargo, puede ser la clásica o la condimentada. En lo personal, no recuerdo una fugazzeta mejor que la de El Padrino.
Aquella primera vez que fui, después de pedirme una muzzarella me pedí una porción de calzoni. Después de haberlo probado, me fui a mi casa sabiendo que efectivamente, los que vivíamos cerca, estábamos bendecidos por El Padrino.
Por Adriano Salgado
EL PADRINO PIZZERÍA QUEDA EN HONORIO PUEYRREDÓN 1710*
“Somos unidos, siempre nos vas a ver juntos”, dice Agustín desde detrás del mostrador. “La buena onda se contagia, es recíproca”. Ese es el espíritu que se vive en El Padrino, pizzería que está en VC desde 1978, fundada por el padre de Lautaro quien hoy continúa con el negocio de la mano de cinco amigos.
AGUSTÍN, LAUTARO Y LAIBO (arriba). EL FUNDADOR DE EL PADRINO CUANDO ERA PIBE (abajo)
Fe de erratas: En la edición impresa se publicó mal la dirección. Acá pusimos la dirección correcta, Honorio Pueyrredón 1710.