En la década del cuarenta vivíamos en el Abasto, donde mi padre era el director de la Escuela N°6 Concejo Escolar 2° “Martín Rodríguez”. Yo tenía doce años. Una tarde caminábamos por Corrientes, rumbo a la cancha de fútbol de Atlanta, y cuando entramos por Juan B. Justo me llamó la atención que los mosaicos de algunas veredas eran de color rojizo. Entonces él me explicó que era en homenaje al patrono de la calle, el Doctor Juan Bautista Justo.
Después confirmaría los dichos de mi padre para con este gran argentino. Escritor, educador, congresista, político, periodista, fundador del periódico La Vanguardia y la Cooperativa El Hogar Obrero, médico recibido en la Universidad de Buenos Aires en 1888 con diploma de honor y medalla de oro. Tras recibirse viajó a Europa, donde se interiorizó en las ideas socialistas. De vuelta en la Argentina ingresó en el Hospital de Crónicos, donde se desempeñó como cirujano. Fundó el Partido Socialista profesando sus ideales de democracia y libertad.
Una de las razones para entubar el arroyo Maldonado, y construir sobre él una avenida, fue paliar sus desbordes permanentes provocados por las lluvias —era el desagüe natural de una enorme superficie de terreno— que convertían a la zona en un pantano de agua sucia. La colosal obra empezó en 1929, durante el gobierno de Hipólito Yrigoyen, y continuó en los gobiernos de los generales Uriburu y Agustín P. Justo. Esta avenida se construyó en tres etapas: la primera, entre las avenidas Santa Fe y Nazca, se inauguró el 9 de julio de 1937. Luego de la apertura del segundo tramo, hasta Segurola, se construyó el tramo hasta la Avenida General Paz entre 1950 y 1953. Las inundaciones eran habituales. Al producirse se escuchaban pitadas de los agentes de policía, y enseguida aparecían los bomberos, provistos de botes. La Av. Juan B. Justo atraviesa Villa Crespo desde Av. San Martín hasta Av. Córdoba. Particularmente inundable era la zona del cruce de la Av. Juan B. Justo con la calle Camargo en Villa Crespo. En este punto antes del entubado existió una pequeña laguna. Era frecuente que los vecinos se subieran a los techos de las casas, porque en oportunidades el agua subía dos metros sobre el nivel del suelo.
Hoy me toca ver con tristeza y nostalgia que solo quedan algunas veredas como muestra de aquellas baldosas rojas que honraban a aquellos republicanos democráticos de la talla de Juan Bautista Justo.
TEXTO: Eduardo Laguna. (Gracias Fernanda Laguna!)