Las artes marciales son actividades muy completas, el entrenamiento físico es excelente, pero también se practica para que nuestros espíritus sean las mejores versiones de sí mismos. Ser disciplinado, aprender a tranquilizar la mente y enfocarse en la técnica lo prepara a uno para afrontar mejor los desafíos de la vida cotidiana. La competencia no es protagonista, y el cuerpo no es el fin. En la gran mayoría de espacios donde se enseñan artes marciales en Buenos Aires, la mayoría de los practicantes son hombres, y los espacios y la enseñanza también están dirigidos a ellos. Si una mujer quiere entrenar, debe adaptarse a ese ambiente y muchas veces tiene que lidiar con una dinámica en la que se tiene que mostrar dispuesta y fuerte para poder “ganar su lugar” y aprender. “Entonces para la mujer que es principiante, ese puede ser un ambiente intimidante. Por eso pensé en armar un espacio diseñado para la mujer, un lugar donde el ambiente físico es cómodo y la instrucción se dirige a la mente y cuerpo de la mujer”, cuenta Amanda, fundadora de Betsubara Dojo, donde el ambiente es cálido y alentador. Se dictan clases de Aikido, Tai Chi Ch’uan, Kung Fu, jiu-jitsu brasileño. Hay clases tanto para adultos como para chicos, y también hay clases mixtas!
Betsubara Dojo, Lerma 365. betsubaradojo.com
Entrevista a Amanda Gary
-En el dojo se practican disciplinas que además de hacer bien físicamente hacen bien al espítiru, ¿no es así?
La primera cosa que me atrajo de las artes marciales fue que son actividades muy completas — el entrenamiento físico es excelente, pero también es un medio a un fin (un fin que no termina nunca realmente porque siempre hay para aprender). Es la expresión de una filosofía de vida. Todas las disciplinas que practicamos en el dojo tienen fundamentos de comportamiento social que dictan los movimientos. Entrenamos nuestros cuerpos y mejoramos la capacidad de durar para que nuestros espíritus puedan ser las mejores versiones de sí mismos.
Cuando practicamos, entramos en un mundo distinto que el de la calle. Es un mundo en que los ideales no solo están enseñados sino practicados y volvemos a aprender cómo aprender. Los desafíos que se presentan son todos superables con práctica y disciplina, y los superamos diariamente, cada uno a su ritmo. La concentración sobre la energía y la intención agrega un elemento a la práctica que lo lleva más allá de lo físico. Aprender a tranquilizar la mente y enfocarse en la técnica lo prepara a uno para afrontar mejor los desafíos de la vida cotidiana y eso alimenta no solo el cuerpo sino el espíritu.
-Las mujeres solían tener que adaptarse a las formas masculinas, la forma en como suelen centrarse las artes marciales, y vos pensaste en un dojo con clases solo para mujeres. ¿Cómo surgió esto, cómo funciona?
En la gran mayoría donde se enseñan las artes marciales en Buenos Aires, la gran mayoría de practicantes son hombres. Así, los espacios en sí y la enseñanza también están dirigidos a ellos. Si una mujer quiere entrenar, debe adaptarse a ese ambiente, y muchas veces tiene que lidiar con una dinámica en el que se tiene que mostrar dispuesta y fuerte para poder “ganar su lugar” y aprender. A mí me pasaba que era más difícil encontrar gente con quién practicar porque no todos los hombres estaban dispuestos a tratarme como un par. Algunos por miedo de lastimarme y otros porque no se sentían cómodos. Entonces para la mujer que es principiante, ese puede ser un ambiente intimidante y quizás se inhibe de probar algo que le gustaría hacer. También ví que en otros países hay mayor cantidad de mujeres practicantes y me pregunté por qué en Buenos Aires había muy pocas. Por eso pensé en armar un espacio diseñado para la mujer, un lugar donde el ambiente físico fuera cómodo y la instrucción se dirige a la mente y cuerpo de la mujer.
También tenemos clases mixtas, así todos pueden disfrutar del lugar, la enseñanza y el tatami (las colchonetas sobre las cuales se practica).
-¿Qué es lo que caracteriza a cada disciplina?
Mientras cada arte se diferencia de las otras, todas comparten la concentración sobre técnica y no fuerza, y dependen del desarrollo de la respiración para una práctica más eficaz —la eficiencia no se mide solo por “el éxito” en una confrontación sino por la tranquilidad con la cual uno enfrenta tal situación.
Se suele referir al aikido como el arte de la paz, en que uno dirige la agresión del atacante lejos de uno, y se aplica a situaciones en todos aspectos de nuestro vida, tanto conflictos físicos como problemas laborales y sociales. En lugar de ir al choque y devolverle la agresión, se sale de la línea para no recibir el ataque y se une con la energía (ki) de la otra persona para resolver el conflicto en una manera que no lastima. Sacando el equilibrio del atacante para neutralizar la amenaza sin entrar en el conflicto con el ego, no sigue el ciclo de violencia. Ai significa harmonía, ki es la energía interna vital que cada uno posee, y do es el camino (marcial). En su esencia, aikido la idea es harmonía con el otro porque compartimos el mismo mundo.
Tai Chi Ch'uan es un arte marcial que consiste en la combinación de movimientos practicados de manera lenta que nos permiten profundizar en el balance espiritual, mental y físico. En el dojo, Zaida combina los movimientos de tai chi con diferentes técnicas de respiración y movimiento, que desarrolla y moviliza nuestra energía vital (llamada chi). El proceso de encontrar y formar nuestro chi, a través de la concentración y dirección de nuestros lentos pero continuos movimientos, nos da una mejora manera de estar, dentro y fuera del tatami.
El kung fu es un milenario arte marcial Chino inspirado en la naturaleza. A diferencia del Tai chi ch’uan, el kung fu propone un recorrido desde lo físico, desarrollando una buena tonicidad muscular, flexibilidad, velocidad, resistencia, agilidad y reflejos, para que, a medida que se avanza en el aprendizaje se va desarrollando en la parte interna el auto-control y auto-estima, la perseverancia, la disciplina, llevando al equilibrio físico - mental – espiritual desde otro punto de partida. Durante las clases, hay un elemento de acondicionamiento físico que incluye la practica de patadas y puños, y combinaciones de ellos, y también las formas que son secuencias de ataques y defensas.
El jiu-jitsu brasileño (BJJ) es un arte marcial que en que no entran patadas ni puños por la cercanía del contrincante, sino depende de palancas y llaves. Un excelente manera de ponerse en forma, también comparte la búsqueda de las otras artes marciales de movimientos suaves y eficiencia de esfuerzo. También tiene muchas técnicas que sirven como base de la defensa personal, ya que uno de los fundamentos del arte brasileño es que el tamaño no dicta la victoria. Una persona más pequeña al usar las palancas y el timing puede ganar la ventaja una situación. Te entrena los reflejos y coordinación pero también la capacidad de sentirse tranquilo ante una situación incómoda y saber medir el otro.
-¿Con qué se va a encontrar alguien que elige Betsubara?
Hay un dicho que marca la diferencia entre un gimnasio y un dojo : A un gimnasio se va a hacer ejercicio físico, a un dojo se va a formar un carácter y un espíritu. Un dojo es un lugar donde uno va a mejorarse a través de la práctica y la disciplina. La competencia no es protagonista, y el cuerpo no es el fin.
En Betsubara, el ambiente es cálido y alentador. Hay un respeto para todos los alumnos que van día tras día a mejorarse, sobre todo para los principiantes que tienen el coraje de probar algo que no conocen y sentirse fuera de su zona de comodidad. La comunidad de practicantes es muy diversa, pero todos comparten un amor por lo que hacen.
También vas a encontrar profesores que no solamente son practicantes excelentes en sus disciplinas pero son apasionados por enseñar. Cada profesor encuentra placer y satisfacción al ver las ganas, el esfuerzo y crecimiento de sus alumnos, sin importar el nivel de cada uno. Dedican su tiempo a compartir su pasión y su conocimiento.
Es un lugar donde la gente es abierta y curiosa, aún entre las distintas disciplinas — uno puede llegar temprano y mirar otra clase, leer, descansar, tomar mate. Puede probar y practicar varias disciplinas, puede dejar su ropa de práctica en el vestuario para no tener que llevarlo y traerlo todos los días. Proveemos toallas para bañarse. La idea es que todos los obstáculos que uno siente que inhiben a alguien a probar no estén, y que la práctica no sea un obligación por haberse anotado, sino un estilo de vida que te hace sentir bien. En esencia, Betsubara Dojo es un segundo hogar para los alumnos donde se sienten en casa.