Nahuel Vecino es artista plástico. Vive en Castillo y Scalabrini Ortiz. En este número comparte sus cinco lugares favoritos del barrio y nos cuenta por qué.
1. Guapa café
Scalabrini Ortiz 795
Con la desaparición del mítico ABC en Castillo y Scalabrini, Guapa vino a suplir el vacío emocional que vivenciamos los vecinos cafeteros del barrio. No hay elogio suficiente para la dedicación y el amor que Guille y su esposa despliegan en su pequeño local. No son muchas las mesas pero la estrechez de espacio es suplida por la calidad del servicio. Guille es un maestro autodidacta del “arte latte”. Recomiendo especialmente sentarse junto a la ventana empañada por el frío matinal a disfrutar de un café mientras observamos el misterioso y diverso desfile de los personajes que esperan el 15, el 106 y el 110. Recomiendo que en ese instante nos concentremos fuertemente en lo fútil y volátil de la existencia humana, así la experiencia será total y completa.
Todo esto nos ofrece un lugar como Guapa Café.
2. Glups
J.R. Velasco 1350
Hace unos años estuve con algunos problemas de espalda y me recomendaron nadar. Glups, en Velazco y la vía, fue el lugar perfecto para desarrollar esta actividad. Antes de Glups pasé por otras piletas, pero me resultó imposible adaptarme. Era solo un socio más. En Glups el ambiente es más familiar y rápidamente uno puede abarcar todas las variables que propone el lugar. Además de pileta, hay más actividades gimnásticas las cuales no podría describir de memoria en este momento, pero que seguro le serán de gran utilidad a quien busque perfeccionar su cuerpo, ya sea por salud o para acrecentar su belleza física. Para resumir, puedo decir que cuando llegué a Glups, era una simple mojarrita patológica y debilucha... pero ahora, gracias al trabajo en conjunto, soy un potente tiburón capaz de enfrentar desafíos acuáticos inimaginables.
3. Omar mecánico
Omar es mi mecánico de cabecera. Su taller está en Scalabrini entre Castillo y Jufré. Tengo un inconveniente con este top, ya que no se nada de mecánica, no tengo ni idea a qué se dedica exactamente Omar... alineación y balanceo? Creo que no... inyección? no... pica y pica bajada cordón?... tampoco. Pero tengo que advertirles que soy dueño de una sensibilidad muy desarrollada e intuyo que es un gran mecánico, aunque confieso que no lo sé. Lo que sé es que lo quiero mucho y me entrego a su decisión y siempre resuelve mis problemas, es rápido y barato e intenta que no gaste de más. Entonces si quieren que su vehículo esté 10 puntos, Omar es el indicado.
4. Confitería Imperio
AV. Scalabrini y AV. Corrientes
Si tuviera que hacer una película con la pretenciosa tarea de condensar todas mis vivencias en este universo tendría por titulo “Confitería Imperio”. La confitería Imperio es una especie de acorazado Potemkin en lo que a confiterías se refiere. Es para mí como el oráculo de Delfos en Corrientes y Scalabrini. Tengo una profunda predilección por los cafés de los 90. Despliegan un tipo de estética lujosa inexistente en los cafecitos edulcorados de Palermo, donde las tasas son discontinuas y hay que compartir la mesa. En Imperio no hay publicistas con laptops ni jóvenes indies en busca de experiencias vanguardistas. En Imperio vivenciamos una dulce y lujosa solemnidad. Tubos dorados, helechos colgantes, luces dicroicas que iluminan las bandejas repletas de la más sofisticadas pastelerías para la clase media. En Imperio rige un estricto protocolo por el cual un cafecito viene acompañado por: mini medialuna, vasito de jugo y vasito de soda con jarra para reponer. Me encanta este despliegue de abundancia. Me gusta sentarme en Imperio, cerrar los ojos y diluirme en el convencional murmullo de la burguesía media de Villa Crespo, sin exigencias, como una música de cuna que nos cuenta que todo es predecible y que estamos resguardados de cualquier peligro.
5. Pizzeria Nápoles
Av. Corrientes 5588
No soy inocente respecto a lo poco original de esta elección. Nápoles es un punto folklórico en el barrio. Lo nombro porque es el lugar donde me junto con mis amigos entrañables. Nos encontramos a compartir esa potente pizza al molde de manera recurrente como en un carrusel circular. En cada encuentro nos reconocemos más viejos. Pero lo que nos rodea es un folklore estático. Siempre hay una mesa de hinchas de Atlanta charlando de irrisorias aventuras futbolísticas, siempre hay una pareja mayor comiendo en silencio mirando taciturnos los enunciados de Crónica TV y siempre habrá jovencitos modernos que vienen a tomar una cerveza luego de haberse encontrado antes en bar el San Bernardo. Lo bueno es que cuando alguno de estos personajes muere, emigra o crece, vienen nuevos participantes a ocupar su lugar.