“La música es el alimento del alma”, dice la gente que nunca se comió una bondiola braseada con ananá. Malditos. Dios me diera un apetito más coherente en vez de esta insaciable costumbre de roer carne hasta el hueso.
Sí, ya sé. La bondiola no tiene hueso; seré conejo pero conozco bien la anatomía del cerdo, que es un animal muy artístico, dicho sea de paso.
Conocí un cerdo un verano en Chapadmalal que tocaba covers de Los Pericos en arpa. Hacía un “City Eyes” que te emocionaba hasta las pestañas. Terminó en el brasero, igualmente, pobrecito. Una desgracia… pero estaba delicioso.
Es que es así: ni la música nos salva de la muerte. Nunca sabremos de qué cantan las estrellas pues no oiremos el final de su canción. ¡Oh, las estrellas!
Adempero la bondiola, que corte noble. Orgullo del Creador. Con sus líneas grasas cual finas pinceladas del pincel más fino, como el cuadro que Van Gogh se olvidó de pintar. ¡Oh, la bondiola!
Confieso que he perdido el oído para la música (si es que alguna vez lo tuve). Ya no pongo música, para nada. Me olvidé para qué sirve, cómo se usa. ¿Es un condimento, una entrada, un plato principal? ¿Una salsa, una especia? ¿Un postre?
Será que no manejo, ni corro. La música, aparentemente, es útil para aquellos que están en movimiento. En la quietud, pues música no hay; sólo el arrullo constante del barrio que esconde un arroyo dormido. ¡Oh, el barrio!
Ya no tengo tampoco música en ningún formato. Debe haber en esta máquina algún mp3, en alguna parte, pero el laberinto de clicks que me llevaría hasta él/ellos es un enigma indescifrable. ¡Oh, el mp3!
Supe en otras épocas tocar la guitarra, incluso he improvisado en más de una ocasión, alcoholizado en fiestas, canciones alusivas a cada uno de los momentos en los que me encontraba al momento de improvisar canciones, porque así es como la gente se entera que uno está improvisando, cuando se nombra, por ejemplo, a un pelado específico, o el nombre de la cumpleañera.
Técnicamente supongo que uno podría tener canciones ya listas que mencionen a un pelado (siempre hay uno), o que incluyan un espacio para insertar cualquier nombre, masculino, femenino, o intersticio… Pero, ¿quién se toma el trabajo de hacer semejante cosa?
¿Quién se toma el trabajo de hacer música, para el caso? ¿Con qué fin? Sólo las estrellas cantan en esta vida, parece, mi corazón. ¡Oh, mi corazón!
Sólo las estrellas.
Y este conejo…
cuando se mama.
Si me ves cantar, estoy mamado;
saludame que no muerdo.