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Foto del escritorPepe Bigotes, un conejo en Villa Crespo

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Actualizado: 18 sept


Diez años no es nada; por el contrario, es un montón. Si existe el universo en cada grano de arroz, diez años es un risotto de Bertolucci: a veces para reír, a veces para llorar, a veces para hacer las dos cosas al mismo tiempo.

Eventos así (diez años de AVC) me obligan (pobre yo) a dar vuelta los ojos y elegir un capítulo del DVD de mi vida (la memoria me quedó en DVD, soy un anciano) y darle play para sorprenderme de las cosas que se mantuvieron en este tiempo y las cosas que parecían eternas y ya no están. Diez años es la roca alrededor de la cual todo y nada cambia.

Diez años también cumple mi hija este año, en unos días, y creo que esas son mis dos anclas en el tifón del espacio tiempo: mi niña y Pepe Bigotes. Creo oportuno entonces contar la historia del conejo. 

Una vez en casa tuvimos un conejo; era el conejo de mi hermana. Llegó a nosotros mediante una rotación de mascotas. Mi hermana consiguió un gato y en casa tuvo que exiliarse su conejo. Voy a tratar de usar lo más que pueda la palabra conejo, porque cada vez que la digo se me aparece aquél conejo particular, que llegó a casa con una caja de cartón llena de aserrín y un nombre. Ese nombre era Pepe Bigotes, elegido por mis sobrinas.

No sé si fue el conejo que se adaptó al nombre, o el nombre al conejo, pero si lo veías era obvio que no podía llamarse de ninguna otra forma. Pepe era un conejo de exterior, lo suyo era el patio. Evocaba involuntariamente a otros Pepes, como Pepe Mujica, por lo humilde. Digo involuntariamente; capaz lo hacía a propósito.

Otro Pepe que sobrevolaba a Bigotes era Cibrian Campoy, por ese aura que tenía el conejo de siempre estar a punto de romper en un musical, cosa que nunca sucedió. Por lo demás, era bastante adepto al hinojo y a moverse poco. En eso siempre nos parecimos.

Hace diez años entonces, cuando Agustina me convocó para ser parte de este emprendimiento llamado “Amo Villa Crespo”, resultó más que obvio que, si bien yo sería el autor material de una saga de columnas barriales, el autor intelectual sería Pepe Bigotes, un conejo conservador aunque audaz, quejoso pero apasionado.

Lo que siempre amé de Pepe es que, a pesar de ser un conejo, él siempre habla de igual a igual, aun cuando sus lectores son en su mayoría humanos. Es que la experiencia de ser de Villa Crespo trasciende burdas fronteras como el lenguaje o la especificidad de la especie…

Pepe Bigotes somos todos y todas; aunque yo un poquito más que ustedes, sólo porque lo conocí y cambió mi vida.


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