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Foto del escritorPepe Bigotes, un conejo en Villa Crespo

ADIOS 2020...


Alguna vez leí sobre un grupo de personas que habían nacido sordas a las que la tecnología moderna les permitió oír; cuando les preguntaron qué era lo que más les llamaba la atención del universo sonoro, varios respondieron que era el hecho de que el sol no hiciera ruido: en sus mentes, esa bola de fuego gigante en el cielo rugía sin parar.

No sé por qué, pero cuando pienso en este fin de año, me acuerdo de esto. Bah, creo que sí sé por qué, creo que es porque si me hubieran preguntado hace ocho meses cómo me imaginaba el fin del 2020, hubiera dicho “haremos una gran fiesta y quemaremos toda la ropa que usamos para que este año de #$%& no vuelva más salvo en las películas en las que nos representamos a nosotros mismos como heroicos sobrevivientes de una pandemia siempre confusa, nunca inconfusa” (¿Se usa así este modernismo? Alguien que me avise caso contrario, per favore…).

Pero ahora que en verdad se termina, lo único que quiero es que nos abracemos y dormir. Ya ni estoy para mamarme. Por mí, no hagan chorizo. Capaz me saque una foto en bolas, pero a modo documental, tipo “National Geographic”, en mi hábitat, no posando. Si uso un espejo, es probable que después lo rompa, aunque supongo que se autodestruirá solito durante el acto.

Tal vez el primero de enero salga a dar una vuelta, a seguir la ruta de los árboles de este número a ver si al fin me entero de qué catzo es un lapacho; esto es considerando que dicho espécimen se encuentre en un radio de tres cuadras a la redonda de mi residencia. Cuatro con toda la furia.

Pero lo que es el treinta y uno, creo que voy a mirar fotos viejas y a tomar té de bodrio. Sí, ya sé que ahora te digo esto y después me cruzás vestido de Spiderman fluo con un melón lleno de licores a las tres de la mañana tratando de reparar un tanque australiano con un chicle Bazooka, o tratando de reparar una Bazooka con un australiano en un tanque color chicle. Ojalá en ese caso el australiano sea Rusell Crowe, porque últimamente estuve viendo alguna de sus entrevistas y, contrario a todos mis prejuicios, creo que es un gran tipo y un insuperable compañero de mamúas.

De ser así, te pido que no caigas en el facilismo de criticarme, de traer a colación estas palabras, el té de bodrio, las fotos viejas. Espero entiendas que el impulso por hacer de este año un fenómeno pasajero es muy grande, y a veces parece que la única forma de lograrlo es exagerar la fiesta porque termina.

Porque a veces, si el sol no ruge, no queda otra más que aullarle a la Luna, o gritarle a un cajón porque no contiene aquello por lo que fue abierto. También es aconsejable, cada tanto, doblar una cuchara. Pero no con la mente, no le crean al niño pelado de Matriz, porque es obvio que la cuchara SÍ existe. Si no, ¿cómo revolvimos siempre el café? ¿Con el dedo? Creo que me hubiera dado cuenta si todos estos años hubiera estado revolviendo el café con la patita, más que nada porque hubiera tenido una suerte extraordinaria en todo, y eso es sólo parcialmente cierto.

No, doblen cucharas como lo hacía Uri Geller, con las manos; froten y crean. No me consta en este momento si Uri Geller tuvo o no alguna denuncia en su contra por acoso de algún tipo de ser humano. Me suena súper posible que así sea. Así que no lo tomen como un modelo a seguir en general; sólo respecto de este tema de las cucharas y la pasión por doblarlas mediante el contacto físico.

OK, sí, cuanto más lo pienso más descubro que Uri Geller debe ser una persona horrible. Pido disculpas por traerlo a colación tantas veces durante los últimos dos párrafos, y por haber usado la palabra “colación” dos veces a lo largo de este artículo. De todo lo demás, no me arrepiento de nada. Salvo de un chiste que hice en el 2016 respecto de la situación anatómica de Daniel Scioli. Eso estuvo de más.

Por el resto, que la historia me lustre. Sé que hará un buen trabajo. Le daré una propina al respecto, pero pequeña, una propina que valore la humildad de su pobreza. Unas monedas para que compre un caramelo que sabrá delicioso en su paladar abnegado.

Adios 2020. No suelo hacer amenazas, pero para vos tengo una Bazooka lista en el garaje, y está firmada por el Gladiador en persona, el señor… Rusell Crowe (habría que chequear si así se escribe Rusell Crowe en algún momento, yo pienso que sí, pero odio Googlear cosas).

Adios 2020. Si nos volvemos a ver, preparate…

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