Adios, adios mi vida
Por @ekekochi
El 6 de julio de este año fue un día triste de cielo claro y nubarrones en nuestros corazones. Fue el día en que Rosario Bléfari partió. Diario del dinero es su libro póstumo. Un registro de los gastos, las compras, el precio del alquiler de cada mes pero también de los viajes y todos los escenarios que pisó Rosario: recitales, teatros, sets de filmación, los hospitales, los bares en los que tomaba un café para hacer tiempo (y para escribir).
«Escribiendo este Diario del dinero me sentí haciendo una inversión. Invertí los términos: gastar es una nueva oportunidad de contar y ganar es perder la vergüenza y desnudar cuánto recibo por mis trabajos. Empecé a revisar viejos diarios que no tenían esta intención de antemano y me di cuenta de que ahí estaba el mismo ritmo, esa aparición del dinero en medio de todas las experiencias de la amistad, de la familia, del amor, de la música, del cine y de la escritura misma, acompañando el agobio y el alivio de los trabajos y los días», escribió en la contratapa. Las páginas de este libro no tienen desperdicio. El registro es tan íntimo, tan casual, tan despojado que entre líneas de escucha la voz de Rosario, a veces silenciosa, a veces cantando.
Enero 2007 (Santa Rosa)
(...)
La planificación con antelación es confusa para mí: se pasa de la postergación, entre octubre y noviembre: “Lo dejamos para el año que viene”, a un “ya es tarde, el año está empezado” entre marzo y abril. En enero no se puede hacer nada, nadie contesta ni sabe nada, recién a mediados de febrero se puede hablar, intentar arreglar cosas, pero enseguida llega marzo y ya está agendado todo para todo el año. Nunca es el momento apropiado.
Un sol de enero en el campo sin sombras suficientes, no hay continuidad entre las copas mínimas. En la sala de asistencia, la salita, un frío que me hace creer que no debería haber escuchado música con los oídos inflamados. No puedo ir más a la pileta, es la única certeza sobre el futuro.
Martes 10 de marzo, 2015
Paso por la difícil -y adorable y absurda- situación de interpretar a los cuarenta y nueve años a una mujer de treinta y cinco. Gracias a la vida que me hace vivir este trance loco. Gracias al cine y a los que me contrataron para la misión. Tengo que seguir marcaciones muy precisas que me limitan gestos y movimientos, la cabeza en determinada inclinación, la comisura de los labios apenas levantada, todo para trabajar con la luz y los ángulos. Al mismo tiempo tengo que parecer natural, con energía joven, aunque la escena representa una mujer cansada que acaba de llegar manejando desde Buenos Aires.
Me siento rara. Siento de pronto que estoy al servicio de algo, pero más de lo que alguna vez lo haya sentido en el cine, porque el cine se trata de eso, todos al servicio de la película. Lo jerárquico y el trabajo en equipo. La exigencia de ser un elemento y tener que brindar lo que se necesita de uno. Trato de hacerlo lo mejor posible. Siento la profunda diferencia con la actividad de cantar mis canciones. Después estas cosas las olvido y cuando me preguntan de similitudes y diferencias no sé qué decir. Aunque siempre lo digo: los oficios son lo diferente, lo que atañe a la técnica propia de un oficio el otro. Pero cuánto tiene que ver con la libertad, con las diferentes gradaciones de la libertad personal. O no, tal vez tiene que ver con el acceso a las diferentes unidades. A los actores se nos piden cosas pero no se nos hace partícipes de todas las razones de cada pedido. Sería imposible o caótico si nos dejaran ver todo, si nos explicaran cómo tal movimiento en cámara se lee de tal modo y entonces pudiésemos tener un monitoreo absoluto de lo que hacemos. A mi me gustaría eso, poder participar más de todos los aspectos, siento que no me desconcentraría, al contrario, estar un poco afuera un poco adentro me permitiría mayor concentración.
Jueves 20 de diciembre, 2018
Tocamos con la banda solista en un lugar que no conocía, un centro cultural de Villa Crespo, Espacio Salvo. Hace calor, pero se soporta. Nina y Juli atienden la puerta y venden discos. Llevo los vinilos de Los mundos posibles edición limitada, rojos. Se vende solo uno, a $900 como precio especial por esa noche. Las entradas están a $150 por eso juntamos antes con Alejo muchos billetes de $50, para el cambio. En Salvo te dan toda la plata de las entradas y además nos prepararon un catering en la oficina que oficiaba de camarín y donde podíamos estar tranquilos. En un momento del recital se tuvieron que cerrar las ventanas por las quejas de los vecinos. Después nos enteramos que había venido la policía. Ni siquiera estábamos tocando con batería completa sino con una reducción, con el tom de bombo. Marcos tocó el bajo porque Nico acaba de ser papá. El público estaba cariñoso y festivo, incluido D. que en un momento subió al escenario -tarima baja- y, sin querer, pisó los pedales de la guitarra en un intento por arengar a Alejo. Es la segunda vez que quiere copar la atención, pero mal, como en Matienzo, en el programa Miernes que se transmitía en vivo y donde se la pasó gritando. La próxima le digo algo. Primero las chicas cuentan la plata y cuentan mal, confundiendo algunos billetes de $500 por $50 o no sé qué hicieron, el caso es que nos llevamos casi $1800 cada uno. Vino Marcelo Z. y nos ayudó diciendo qué le parecía el sonido, que el mismo Fede operaba desde la batería. Así que volvimos al barrio juntos en el auto, una bendición.
Martes 28 de mayo, 2019
Voy a la librería para hablar por la publicación de este diario. la semana pasada recibí un mail de Nicolás. Cuando llego a Padilla me recibe y me hace pasar a la trastienda, todavía no había llegado Francisco. Hay otro amigo esperándolo. Nicolás me hace un té en un vaso que nunca llego a tomar porque está muy caliente. Cuando llega Francisco empiezo a contarles un poco de qué se trata y cuántas páginas tiene el total. De qué se trata ya saben, pero les digo lo del orden, que no es cronológico, pero hay tramos en los que sí. Les aclaré que no siempre está hablando del dinero. Hablamos de pesos y de australes, de inflación, dólares y nombres propios. Enseguida se agota el tema y empezamos a hablar de cualquier cosa. Francisco quiere hablar del mundo de las canciones, me doy cuenta que es su otro amor y que, apenas puede, de eso es lo que más le gusta hablar. Tal vez conmigo o con cualquiera que haga canciones. Ahora no queda más que mandarles el archivo, y entonces, cuando esté en Mansalva, así se refirió Nicolás al momento en el que vuelca el archivo en el formato de sus libros, veremos más detalles. De pronto Francisco me dice que bueno, que son treinta mil como adelanto de regalías, no recuerdo si dijo la palabra adelanto, pero sí regalías, a pagar en tres veces, y me extendió la mano. Me sorprendió, le dije que sí y se la estreché cerrando el trato, y le dije que iba a poner eso en la última entrada del diario. Al despedirme me regalaron algunos libros y me dijeron que mandara los datos para el depósito. Eso hice.
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