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Foto del escritorPepe Bigotes, un conejo en Villa Crespo

CÓMO SABE ESE CAFÉ


Vuelve el calor y es la época del año en que los conejos sacamos la silla a la vereda para inaugurar la temporada de quejarse en exteriores; ¿de qué nos quejamos? De lo de siempre: el alto costo de la vida.

Hay quien, fatalista, a este costo llama “la muerte”. Hay quien, romántico, compara “morir” con “dormir”. Existen también quienes, economistas, le dicen “la suba del dólar”. Yo prefiero llamarlo “el sudor”, pues si en algo invierto indiscriminadamente es en transpirar, Dios mío, qué cierto es todo lo que digo.

Miro la nueva de “Dune”, de Villa Nueva, la miro en versión pirateada y pienso: si tuviera uno de esos trajes con los que subsisten en el desierto, los que reciclan el agua, te lleno un bidón Ivess de 20 litros esperando el bondi.

Miento, ya no espero bondis. La pandemia me alejó del transporte público. Creo que es algo que me sucedió a mí y a todo el barrio, pero porque siempre pienso que mi experiencia es extrapolable. Confirma mi sospecha que las ex paradas de colectivos ahora son expendios de café especializado. Nunca en mi vida conocí a un café tan experto como el que sale de esos postes de metal repletos de calcomanías de bandas punk.

El otro día me tocó un café especializado en astrofísica, tres horas me estuvo hablando de la gravedad cuántica. Alerta de espoiler: la gravedad es una fuerza misteriosa, y el café especializado siempre se sirve tibio. Dos cosas que es mejor saber de antemano. No esperes un macchiato que te queme la lengua, ni un tornado que te saque de Kansas, Dorothy. El futuro es local, autogestivo, antientrópico.

A mí igual me copaba la “Dune” anterior, la de Villa Vieja, el artista antes conocido como David Lynch; era un toque más confusa, pero yo hace rato que no entiendo nada. Disfruto de culpar de ese efecto “confuso” a la juventud, ese es mi yeite, casi mi firma; claramente es un gesto envidioso.

Más que nada envidio la convicción que lleva a les jóvenes a caminar por la calle con el pelo de colores. Debe ser mi propia falta de cabello, o mejor dicho, la decisión metabólica que se tomó en una reunión de consorcio homeostática a la que no fui invitado de distribuir mejor los recursos capilares, que claramente dejaron de beneficiar zonas ahora expuestas como la terraza.

Pero lo dije y lo repito, no hay placer mayor que quejarse de algo en público y disfrutarlo en privado. El gusto hipócrita es una señal de madura sofisticación. Ahora le dicen “consumo irónico” a este asunto, pero me parece que no está bien utilizada en ese caso la palabra “irónico” o, por el contrario, tal vez es absolutamente específica la intención de enmascarar el aspecto deseante de quien consume en la idea de que lo hace irónicamente, como si no alimentara su gusto hipócrita.

Estas son las cosas de las que me quejo en mi sillita. Con la compañía de mi perra “adoptada”, otro ejemplo de un uso hipócrita del lenguaje, como si hubiera canes que no fueran adoptados si no paridos.

OK, voy a bajar un cambio porque siento que me estoy yendo un toque al “carash”. Es que me chupe con mi amigo Meca unos vinos naranjos, por puro gusto hipócrita. No dejamos de quejarnos del precio del vino en los bares especializados de vino, que ahora sirven vino naranja. ¿No sabías? Chupate esa mandarina. Flor de envidia ha de tener la bergamota, que ahora la naranja también hace vinos.

Siglos atravesamos de vinos binarios, hasta que llegamos a una tercera posición: ahora el vino es naranja. Lo que me lleva directamente a recordar que si a Naranja le sacás una “A” te queda Narnja. Y usted dirá, “qué palabra sin sentido, Narnja”, hasta que la busque en su dispenser amigo de información cinematográfica y descubra que hay como cinco películas que transcurren en Narnja.

Creo que la más famosa de todas es “El león, la bruja, y el problema de la distribución del ingreso en sistemas capitalistas de fin del siglo XXI”, pero tal vez estoy viajando en el tiempo hacia futuras ponencias.

Mejor freno un toque y me tomó un café. Dicen que si querés un cortado, vayas a la parada del 55 en Serrano. El mejor, el del ramal B. de Belgrano/D. Bosco.

Eso sí, no esperes que te lo sirvan caliente…

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