HUMPHREY INZILLO es periodista, editor de la revista Brando, columnista del diario La Nación, integrante del panel de Lo que el día se llevó en LN+ y conductor del podcast La Vida Circular.
Vive en Acevedo y Padilla.
1.LA TERNERITA POP
Padilla 571
A mi entender, la mejor carne del barrio. Del asado y las achuras a las milanesas ya rebozadas y los churrasquitos de cerdo, garantía absoluta de calidad y frescura. Es un negocio familiar, que atienden Jorge, el carnicero, y su esposa, Gladys, que se encarga del sector de fiambres y comidas preparadas (hay muy buenas empanadas, es especial las de pollo, que son mis favoritas). Más allá de todo eso, el nombre y el logo (¡maravilloso!) no es puro marketing: Jorge es guitarrista en una banda de rock, que versiona clásicos de los Beatles y otros grupos de los 60. Uno de sus hijos, que también es músico, llegó a tocar con el recordado Carlos Andino, que desde los 90 venía incorporando sonoridades de la Banda Oriental a sus canciones porteñas.
2. LOVE IN ROLL
Aguirre 601
Está en una esquina y la dinámica es casi neoyorquina: comida al paso con un menú reducido a dos productos, los rolls y las ensaladas. Mi roll favorito es el Bruce Lui, que trae rúcula, queso brie, aceitunas negras, tomates secos y falafel, con una salsa picante, pero no al extremo. Hay una variedad de sabores dispuestos mágicamente en distintos bowls que forman un paisaje colorido y tentador, que te permite diseñar tu propia ensalada. Salen conos de papas fritas y falafel. En invierno hay sopas. Los días de semana, buena parte de la clientela son les empleades de esa zona, llena de outlets. Abren sólo al mediodía, desde las 12 hasta las 16. Es mi clásico de los sábados, después de hacer las compras paso a buscar un almuerzo rico, saludable y nutritivo. ¿Lo mejor de todo? Siempre te atienden con una tremenda buena onda.
3. VERDULERÍA
Camargo esq. Malabia
Esta elección puede sonar un poco extraña, porque es un comercio en el que nunca me atreví a comprar nada. Ni una manzana, ni una banana, ni un durazno. Ni siquiera una cabeza de ajo. Sin embargo, a pesar de que la densidad de verdulerías en esa parte del barrio es altísima, ninguna ejerce un magnetismo tan potente. La prolijidad, la simetría, el orden sistemático hacen de su escaparate una obra de arte. Un incentivo al arte de la contemplación. La obsesión por lograr un acabado definitivo en cada uno de los cajones es asombrosa, inquietante al extremo. Dos o tres carteles, estratégicamente distribuidos, advierten sobre la prohibición de tocar la fruta y me recuerdan a otro cartel, célebre, atribuido a la Biblioteca del Papa Pío V en el siglo XVI. Ese que reza “Hai Excomunion reservada a su santidad contra qualesquiera personas, que quitaren, distrajeren, o de otro cualquier modo enagenaren algún libro, pergamino, o papel de esta biblioteca, sin que puedan ser absueltas hasta que esta esté perfectamente reintegrada”.
4. MANDRÁGORA LIBROS
Vera 1096
Esta encantadora librería, atendida por Juan y Carolina, es uno de los tantos refugios culturales que tiene el barrio. Es una casona que ostenta calidez, con una selección craneada con un criterio curatorial y una preciosa sección para niñes. Forma parte de un circuito más o menos habitual, que incluye otras librerías (como Gould, en Acevedo casi Corrientes, especializada en música o La internacional Argentina, en Padilla 865), disquerías (la clásica RGS, en la Galería Galecor, de Corrientes y Scalabrini Ortíz; o mis nuevos vecinos de Record Shop, una cueva de vinilos en Padilla 645) y el Centro Cultural Qi. Allí lo escuché cantar en vivo a Elvis, de Villa Crespo, una de las personalidades destacadas del barrio.
5. MERCAT VILLA CRESPO
Thames 747
Aunque al momento de escribir estas líneas no estaba oficialmente inaugurado (se supone que empezará a funcionar en marzo), tuve la oportunidad de visitar este mercado que promete aires nuevos para el barrio en un evento para periodistas. Y ya me animo a decir que me sobran los motivos para volverme habitué. Una hermosa decoración, con aires europeos, murales referidos al universo gastronómico y una curaduría de los locales que conforman un paraíso gourmet y cosmopolita. Hay sabores de asia (dumplings y baos, de Koi), hay empanadas tucumanas, helados veganos (primera tienda de Haulani por kilo), unos pasteles de Hungría (¡Desde Transilvania!), bombones que parecen piezas de orfebrería (Las Romeas) y falafel, entre otras exquisiteces. Pero, sobre todo, está el local de Moisha Bakery, con sus pretzels increíbles y la formidable jalanesa, un sánguche de milanesa en el tradicional pan judío, que es un formidable ejercicio de regionalismo crítico.
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