En nuestro barrio existe una casa con mucha historia, una casa enorme y bella, situada sobre la Av. Corrientes, a metros de Dorrego. Desde su terraza, los nuevos gigantes del barrio, como el estadio Arenas, el tren que pasa en altura y nuevas torres de departamentos, se funden con un paisaje que parece estar ahí desde siempre: Una casa inmutable, una casa en suspenso.
“Vi crecer en altura un montón de cosas alrededor de esta casa. El barrio mutó mucho en los últimos diez años. Cuando yo arranqué a alquilar esto como locación, era otra cosa”, dice Carla Chmiel, heredera de esta casa construida en 1920, cuando V. Crespo todavía era una zona de establos, Corrientes se llamaba Triunvirato y el Arroyo Maldonado estaba tan cerca.
La Llavi, como fue bautizada por Carla, fue construída por un español de apellido Traverso, que también vivía en el barrio (según los planos, en Velasco 263). De estilo neoclasisista y ecléctica, con detalles Art Nouveau, fue en principio un inquilinato. “Acá vivían un montón de familias, entre ellas la mía, que eran judíos polacos que escaparon de la guerra".
La familia
Los Chmiel eran de Polonia. Jatzel Chmiel (Jatzel es Ezequiel en Polaco), bisabuelo de Carla, era carpintero y en un golpe de suerte se convirtió en dueño de la casa. "Hay un mito que cuenta que al dueño original de la casa le gustaba apostar y se juega la casa entera en una partida de poker. Y parece que en un intento desesperado por salvarse, le ofrece a mi bisabuelo comprar el lugar con pagarés. Según cuenta la leyenda, al cabo de un año y por $1200, mi abuelo se convierte en el nuevo dueño de la casa", cuenta Carla, mientras bajamos de la terraza hasta el subsuelo recorriendo la casona. "Mi bisabuelo era ebanista y por un tiempo ellos siguieron viviendo acá y continuaron el negocio de alquilar los cuartos. Tenían el taller de muebles en el subsuelo, y en el local de adelante vendían los muebles. Después de mi bisabuelo, mi abuelo y sus hermanos siguieron con el negocio de las mueblerías, y les empezó a ir muy bien".
En la casa convivieron las primeras corrientes inmigratorias europeas (que se dieron entre 1870 y 1929) y luego, años más tarde, inmigrantes del interior del país. Se dice que la casa tuvo inquilinos ilustres, como Don Pelele, humorista y actor argentino. También hubo una academia de artes llamada Helios, que enseñaba taquigrafía y música, y hasta un consultorio odontológico.
La Exposición
Los Chmiel llegaron a tener tres mueblerías, la de la casa y dos locales más sobre Av. Corrientes. Se llamaban "La Exposición". “De hecho hay una del primo de mi papá que sigue existiendo aún hoy", cuenta Carla, que conoce la historia de memoria. "En los 80 se divide la sociedad de hermanos, se dividen las propiedades y ésta le queda a mi abuelo, Naum Chmiel, que era la más grande pero también la que tenía problemas sucesorios porque aún figuraba el nombre del dueño original. Mi abuelo era muy del barrio, le gustaba tomar café con el tano, el español y otros personajes del barrio del S.XX. Tenía miles de historias… de unos que se habían caído en el pozo cuando construían el subte B, y otras más”.
Una época que había sido próspera para la industria argentina y para el barrio que terminó con el menemismo. "En los 90 quiebra la mueblería porque salía más barato importar que producir. Paradójicamente, se alquila el local para un bazar “todo por 2 pesos”, que funcionó por 10 años, a la par de un taller de artesanías que tenía adentro un primo de mi papá. Todo lo demás quedó desocupado".
Carla conoce la casa desde muy chica, pero solo en su adolescencia se vuelve más claramente parte de su destino. “Yo viví en Tigre toda mi vida y recordaba el lugar porque era donde trabajaba mi abuelo. Cuando cierra la mueblería en la casa queda viviendo un antiguo empleado de la fábrica, Timoteo Pereyra. Él vivió como 15 años con su hijo como casero del lugar, hasta que falleció. En esa época yo tenía 19 años y me vine de Tigre a vivir acá con mi hermano. A raíz de eso, y también porque yo estudié diseño de imagen y sonido y conocía mucha gente vinculada a ese mundo, se empiezan a abrir posibilidades de alquilar la casa como locación y para distintos proyectos de amigos (como una panadería de la que aún quedan los hornos)."
Nuevos rumbos
Seis años atrás, la familia de Carla decide poner en venta la casa. "Cuando se puso a la venta yo me despedí, lloré, pero el lugar nunca se vendió y entonces mientras seguí alquilándolo. Luego, con la cuarentena y la sensación de que nos íbamos a morir y de que teníamos que hacernos cargo de las cosas que sentíamos, dije “Si esto no se está vendiendo, tengo que invertir."
Entonces Carla aplicó a un Mecenazgo, organizó un gran festival y recientemente se contactó con un grupo de arquitectos para planificar las obras necesarias y desarrollar un plan para poner a punto el lugar y lograr que no se venda, o al menos, no sea demolido para convertirse en una torre más de departamentos.“Con la plata que conseguí lo primero que vamos a hacer es impermeabilizar la terraza”, dice entusiasmada, ”Luego, el plan es tratar de alquilar el local de adelante (idealmente a alguien que se pueda expandir hacia lo demás), y con esa plata empezar a hacer pequeñas refacciones (porque estructuralmente, la casa está bien) para poder alquilar otros espacios como talleres de artistas, dejar un espacio para un emprendimiento gastronómico... Es una deuda que tengo conmigo misma y para con la casa”, dice.
Charlando con Carla se nota que ese lazo que la une a la casa permanece tan inmutable como la casa misma. Cuando le pregunto si encontró tesoros en La Llavi me dice "Toda mi casa está arreglada y decordada con objetos que fui encontrando acá. Ya no sé si la casa es una extensión mía o al revés". En uno de los posteos de las redes de La Llavi, Carla cuenta que rendía su último examen de la carrera y comparte uno de los clips que componen su trabajo final, titulado "Casa en Suspenso", una instalación que habla sobre su vínculo con la casa. Este texto suyo acompaña la imagen:
"Me ato y desato el pelo y descubro que siento una necesidad muy fuerte por cambiar de estado, de moverme de lugar o de persona y de probar nuevos ritos de pasaje que me abran a la posibilidad de ser otra. Sin embargo, la casa está ahí. Permanece inmutable. Los cristales de mi familia guardados en cajas de cartón y las evidencias físicas de una ciudad que ya no existe.
¿Es posible representar memorias que nunca viví? ¿Está mi destino también determinado por un cartel de venta? ¿Cuál es el espacio real que ocupan los cuerpos en suspenso?"
Carla además hace años está filmando un documental que, dice, "está siempre en proceso, porque La Llavi está siempre en suspenso". El documental, también titulado "Casa en Suspenso", mecha historias de la casa con historias de su familia y de la gente que pasa por ahí.
El patrimonio histórico es un recurso no renovable. El final de este documental, entonces, y más aún, el destino de esta hermosa casa, de esta joya, dependen mucho de lo que suceda de ahora en más. Por eso, la idea es dar a conocer el proyecto para ver qué recursos podrían aparecer, con eso ir arreglando la casa y, finalmente, lograr que La Llavi perdure por mucho tiempo más en el barrio como patrimonio de lo que fue nuestro barrio y lo que puede seguir siendo a partir de hoy.
Para más info: @llavillavi y 115467-8500
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